Construcción de
los personajes en la Obra: Clemencia
de Ignacio Manuel Altamirano
Clemencia
Represente a una mujer de la clase alta con buenas
costumbres y hábitos, como se esperaba en aquella época. Pues ha bordado el
pañuelo que se le dio a Fernando, y como sabemos, el bordar era un hábito que
se les enseñaba a las mujeres cis género de la época, como parte de su
formación para ser una buena esposa.
Podemos sabes, también, que Clemencia es una mujer
astuta, pues a pesar de que es una mujer con modales, sabe cómo dirigirse y
hablar entre los caballeros, sin parecer altanera ni impropia, pero diciendo lo
que quiere y piensa:
- Será una alhaja querido –decía Enrique-
pero hubiera yo preferido el pañuelo bordado por ti. ¡Qué fortuna de chico! La otra
vez una flor, ahora un pañuelo.
- ¿Y tengo yo la culpa, Enrique? Pero no
seas niño… toma y consuélate: tu árbol de Navidad es mi mano, y ella te alarga
esto. ¿Estás contento?
Al seguir la narración, podemos apreciar como Clemencia
es un personaje sensible, pues se aterra de la riña producida por Fernando y
Enrique. Algo exagerada puede parecer, aunque bien está dentro de su papel de
mujer cisgénero de clase alta y dentro de la época literaria del romanticismo:
- ¡Adiós, alegría de Navidad! –murmuró Clemencia
enjugándose sus lágrimas-. Ya no voy a tener gusto en toda la noche, y vale más
que esto se acabe pronto.
[…]
- Esa es una razón para tenerle piedad…
quizá yo tengo la culpa de que esté enamorado así, y celoso.
[…]
- ¿Que le quiero?... Si yo no amo más que
a ti, a ti nomás, y desde el primer momento, y tu amor me ha costado lágrimas y
sufrimientos atroces… te amo, te amaré siempre
Fernando
Fernando es un personaje impulsivo, pues no contiene
la rabia y desdicha que lo embargan cuando Clemencia y Enrique se aproximan a
él a hacerle la invitación de que los acompañe a la cena:
- Amigo Flores, contéstese usted con ser
dichoso y déjeme en paz –replicó Valle sin poder contenerse.
[…]
- Rabioso no es la palabra; indignado, sí,
como un hombre sincero que descubre una perfidia…
Enrique
El joven Enrique encaja perfecto con el prototipo de
hombre galante, de clase alta, que se aprovecha de sus dones, su discurso, su
galantería y claramente su masculinidad para obtener lo que quiere y hacer
frente a situaciones donde su comportamiento, por moverse en la aristocracia,
hablarían mucho de él, por eso se mueve prudente entre sus palabras hacia
Fernando y Clemencia. Es el ejemplo perfecto de todo un caballero, que muchas
veces se nos presenta en las novelas románticas de la época, que no se deja
llevar por las pasiones, sino se sabe controlar, pues es un ser más racional y
que sobre todo siempre está en busca de mantener el honor como un buen caballero
del siglo XIX, a pesar de estar dentro de este círculo de personajes pasionales
como lo son Fernando y Clemencia.
- Hombre ¿se está usted
haciendo el romántico en una noche como esta?
- Amigo Flore, contéstese usted con ser
dichoso y déjeme en paz –replicó Valle sin poder contenerse.
- Amigo Valle, dice usted eso con un
acento tan trágico que me causa terror y, sobre todo, a esta señorita. ¡Se
diría que está usted rabioso!
[…]
Como ha de mantener el honor, no es concebible el
hecho de otro hombre esté cortejando a su mujer, o bien, su mujer esté
interesada en él.
- Será una alhaja querido –decía Enrique-
pero hubiera yo preferido el pañuelo bordado por ti. ¡Qué fortuna de chico! La otra
vez una flor, ahora un pañuelo.
- Va a suceder que le mataré, Clemencia;
hace tiempo que me fastidia este personaje de Byron, y ahora con más justicia.
¿Se creía con derecho quizás a tu amor? Había tomado la compasión y la
amabilidad por cariño. Pues es modesto el joven.
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